Wednesday, March 30, 2016

Fernando Peña Gómez Pionero de la cirugía plástica

Fernando “Nano” Peña es uno de los primeros médicos bolivianos que se especializó en cirugía plástica y la calidad de su trabajo se refleja en el reconocimiento y la gratitud de sus pacientes.

Al margen del prestigio profesional ganado a lo largo de 43 años, es uno de los galenos más multifacéticos, que supo destacarse como deportista, padre de familia, autoridad municipal y académico.

Hace tres años le detectaron un cáncer que lo alejó del ejercicio de su profesión; le tocaba poner toda su energía en su salud, para afrontar su tratamiento y recuperación.

Si bien ahora su actividad pública está reducida al mínimo, Fernando Peña nos recibe en su departamento para tener una conversación sobre su vida, sus éxitos y fracasos, sus anhelos y esperanzas.

Cuando las puertas del ascensor se abren en el cuarto piso, uno prácticamente aparece dentro del departamento. Con una sonrisa amable y un trato afable, Erika Peña, la hija menor del médico, da la bienvenida y nos conduce hasta la sala principal.

Durante los minutos de espera, la mirada se detiene en la pared principal del living donde están colgados ocho cuadros pintados al óleo, la mayoría de paisajes cochabambinos. “Son trabajos de mi papá”, dice un orgulloso Fernando Peña, quien acaba de ingresar. Un gesto con la mano nos invita a tomar asiento para comenzar la conversación

que se prolongó casi dos horas.



UNA INFANCIA FELIZ

Sentado en una silla del comedor de su casa murmura: “el tiempo pasa volando”, dando

a entender que “pareciera que fue ayer”

- como dice la canción de Armando Manzanero- todo lo que vivió en sus 72 años.

Fernando Peña nació en Cochabamba,

el 17 de diciembre de 1943, segundo y último hijo de Daniel Peña y Sarmiento y Guadalupe Gómez Díaz.

Recuerda su infancia como un período feliz, sin excesos ni carencias materiales y plena en afecto. “Compartía todo con mi hermano Federico - recuerda con una sonrisa y mirada nostálgica- y disfruta de estar

en familia”.

“Mi padre era un distinguido artista plástico, que aportó al desarrollo de la cultura en la región -recuerda Fernando-. Fue él quien creó el primer Departamento Cultural de la Alcaldía, durante la gestión de Alfredo Galindo y, además, fue el primer oficial en la historia departamental”.

Guadalupe Gómez, su madre, se dedicó por entero al cuidado de sus dos hijos.

Los hermanos Peña Gómez obtuvieron becas de estudio en el colegio “La Salle”, gracias a que su papá se desempeñaba como maestro de Artes Plásticas. Fernan-do egresó en 1961 y siempre recordó con cariño a su etapa escolar.

decisiones importantes

Durante breves pero intensos minutos, “Nano” Peña se pone nostálgico, su voz se resquebraja y los ojos se ponen llorosos, cuando comienza a recordar cómo nació su vocación por la medicina.

“Antes no existía el seguro médico, como ahora, así que cuando alguno de nosotros se enfermaba, nos atendía alguno de los amigos de mi papá y no le cobraban nada”, comenta.

“Me conmovía ver su dedicación y cómo podían curar a los enfermos”. Esa admiración lo llevó a matricularse en la Universidad Mayor de San Simón (UMSS), en la carrera de Medicina.

“La educación gratuita es una bendición. Mi padre solo tenía que pagar la matrícula anual, el resto lo conseguí con mi esfuerzo y dedicación”, asegura.

Desde entonces, Fernando distribuía su tiempo entre el deporte (voleibol, fútbol y básquet) y sus estudios. Como una manera de ayudar económicamente a sus padres, comenzó a trabajar como mensajero en una empresa privada y, luego, como visitador médico de Droguería Inti.

Egresó de la UMSS en 1968. Al año siguien-te realizó su año de provincia en la localidad de Sacaba. Allí creció su vocación de servicio social y se convirtió en el impulsor de la construcción del hospital México.

“Me moví en todos los campos social, político y religioso para plantearles la necesidad de un hospital - recuerda Peña-; finalmente conseguimos apoyo del Consulado de México y logramos hacer realidad este sueño”.



ENTRE EL AMOR Y LA VOCACIÓN

Ese mismo año, hace 48 años, se casó con Beatriz Ávila Lara en la capilla del

Colegio La Salle. “Nosotros éramos vecinos cuando empezamos a enamorar”,

recuerda Fernando. La joven pareja

recibió con mucho amor a su primer hijo, Fernando Peña Ávila.

Con su matrimonio reciente y la conclusión de su año de provincia, Fernando Peña apostó por lograr su sueño: obtener una especialidad en cirugía plástica.

Nuevamente, su voz se entrecorta por la emoción del momento y, haciendo un esfuerzo, señala: “no escogí mi especialidad al azar, tenía un motivo muy importante. Mi mamá tuvo un tumor en la parótida, por

lo que fue operada; pero, le cortaron el nervio facial y quedó con desvío en la mitad del rostro y eso la mató socialmente. Por eso quería esa especialidad, para ayudar a otras personas”.

Viajó a la ciudad de México en búsqueda de una plaza como residente de la especialidad de Cirugía Plástica en uno de los hospitales públicos; llevaba consigo una maleta de ilusiones y una carta de presentación del Cónsul de ese país en Bolivia.

“Pasé por un tiempo muy difícil, no conseguía nada; cuando ya estaba pensando

en volver a Bolivia, una paisana me ayudó

a probar en el hospital General de México”, recuerda Peña.

El director de ese hospital, Fernando Ortiz Monasterios, después de leer las cartas

de referencia, le dio la oportunidad de ingresar a la residencia.

Ya establecido en México, su esposa e hijo viajaron a reunirse con él. A los pocos años, en 1974, llegaría Erika a completar la familia Peña Gómez.

Fernando radicó cinco años en México,

de los cuales uno se dedicó a la cirugía general, tres a la cirugía plástica y uno de subespecialización en el instituto de quemados.

Como opción de vida, decidió retornar a su país para ejercer su profesión en Cochabamba. Lastimosamente no encontró

trabajo, por lo que tuvo que ir a trabajar al hospital “Germán Busch” en Trinidad, Beni.

Después de un año y con algo de dinero ahorrado, retornó a Cochabamba para abrir su consultorio particular. Al poco tiempo, ingresó a trabajar en la Caja Nacional de Salud, donde permaneció cinco años.

Luego se cambió a la Caja Petrolera de Salud, donde se quedaría 25 años, hasta su jubilación; no obstante, continuó atendiendo en su consultorio particular.

Después de que le diagnosticaron cáncer, siguió trabajando de manera particular, hasta que los dolores corporales fueron

más fuertes que su deseo de atender a sus pacientes.

Hace tres años dejó de ejercer la medicina, guarda en su memoria y en su corazón

grandes logros profesionales, el reconocimiento académico de la sociedad intelectual y la gratitud de sus pacientes.

Saturday, March 19, 2016

José Germán Rico Vega El maestro de generaciones

Una vida de entrega

A varios metros de distancia se puede distinguir a Germán Rico -81 añosparado en la puerta de su domicilio en la calle Lanza, vestido con un traje oscuro y bien plantado. A pesar del calor, que se refleja en el sonrosado de sus mejillas, este maestro y director de vocación espera a la periodista afuera para recibirla formalmente y hacerla pasar a su hogar.

¨Don Germán¨-como le dicen con cariño todos los exalumnos del colegio Maryknoll- es un hombre de principios, de carácter fuerte y firme, que dedicó más de medio siglo de su vida a la educación formal y a la dirección de la entidad que aglutina a los colegios particulares en Cochabamba (Andecop).

Hace pocos meses se jubiló de ambas actividades pero -como él dice- mientras la vida se los permita y tenga lucidez estará apoyando a ambos.

Después del saludo formal, Germán Rico conduce a la periodista a la sala familiar. Un lugar acogedor, cuya decoración pareciera haberse detenido en el tiempo. El elegante juego de living clásico se complementa con las dos vitrinas de madera con vidrios de cristal que resguardan como un tesoro la colección de objetos de porcelana fina de Blanca Ramallo Covarrubias, su com- pañera de vida desde hace 58 años.

Entre el centenar de objetos están colocadas las fotografías familiares de las personas y los momentos más importantes en la vida de Germán y Blanca: el día de su boda, sus cinco hijos y cada uno de sus 14 nietos.

Aunque todavía falta la imagen de la última integrante de la familia Rico, su primera bisnieta -quien nació hace pocos meses-; los bisabuelos están muy felicides de tener la posibilidad de vivir esta experiencia.

Los que conocen a “Don Germán¨ pueden atestiguar que para él y su esposa siempre fue su prioridad mantener a su familia unida, y así lo hicieron con amor y principalmente con el ejemplo de su matrimonio.

Entusiasta y dedicado


José Germán nació en 1934, en Punata, fruto del amor de José Rico Lobo y Gaby Vega. Sus padres decidieron trasladar su residencia al Cercado; aunque seguían manteniendo su actividad como terratenientes. Posteriormente nacieron sus hijos, Óscar y Raúl.

Lamentablemente, la familia Rico Vega tuvo que enfrentar la muerte prematura de José, que dejó en la orfandad a los tres niños, cuando Germán tenía cuatro años.

La madre se encargó de su crianza, fomentando los valores y la unidad familiar. Sin embargo, a los seis años de perder a su padre, Rico tuvo que enfrentar la pérdida de su mamá Gaby.

Su prima Blanca Rico y su esposo Eduardo Amador acogieron a los menores, les brindaron mucho amor y una buena educación.

Germán cursó la primaria en la escuela Wilge Rodríguez y finalizó la secundaria en el colegio Mayor Rocha, en 1953; ya en el último periodo académico descubrió su vocación de docente al enseñarles matemáticas y física a sus compañeros.

Después de salir bachiller, ingresó a la Escuela Nacional del Maestros en Sucre. A los cuatro años, culminó sus estudios y lo primero que hizo, aquel 27 de diciembre de 1957, fue entregar el certificado a su prima y esposo como reconocimiento al amparo y la confianza que depositaron en él.

“Hay fechas significativas en el corazón y ese momento no lo olvidaré nunca”, asegura Germán Rico, con la voz entrecortada por la emoción.

Al año siguiente fue invitado a dictar clases en el colegio Maryknoll, como profesor de matemáticas.

Un gran didacta

Desde su inicio laboral se destacó por la didáctica de su enseñanza. Por su entrega y dedicación, en 1971 fue posesionado como director general del colegio Maryknoll, cargo que al siguiente año lo habilitaría para asumir como secretario y luego como director de la Asociación de Colegios Particulares, (Andecop), a la cual dirigió 44 años.

Otro aspecto, tal vez menos conocido pero igual de importante en su vida académica, es que durante 33 años fue docente titular de la Facultad de Ciencias y Tecnología de la Universidad Mayor de San Simón.

Su vida siempre giró en torno a la educación de los jóvenes, y como dice el refrán ¨por los frutos se conoce al árbol¨, hoy el colegio Maryknoll es uno de los más destacados a nivel departamental, en el área de las ciencias exactas, gracias a las semillas que Germán Rico sembró hace más de medio siglo.

La familia, su pilar

Fuera del ámbito laboral y académico, “Don Germán” supo priorizar su rol de esposo, padre y abuelo.

Hace poco tiempo, la pareja renovó sus votos religiosos al cumplir 50 años de matrimonio; en esa oportunidad ambos volvieron a jurarse amor eterno. No cabe duda de que Germán Rico está orgulloso de haber formado una familia donde prima el respeto y la fe en Dios. Y está seguro que ese será su mejor legado.




Tuesday, March 8, 2016

Ligia Giles La reina de un festival renacentista

Vocación emprendedora apoyo y respaldo familiar

Siguiendo el destino que la vida le ofrecía, Ligia Revuelta dejó el país en 1961 para radicar en los Estados Unidos junto a su esposo Bobby Giles.

Después de varios años de trabajo, logró convertirse en la soberana de la gastronomía hispanoamericana en el Festival del Renacimiento, que se realiza en octubre y noviembre en el condado de Texas.

Al ver las fotografías de Ligia Revuelta de Giles caracterizando a una de las reinas del Renacimiento, no solo se aprecia la belleza y elegancia de esta boliviana y su vestuario, sino también refleja el resultado de su esfuerzo y sacrificio lejos de su tierra natal; ya que no cualquiera de los empleados de este festival puede vestirse como miembro de una familia real, se necesita ser parte activa del mismo.

Este año, Giles cumplirá cuatro décadas de participación ininterrumpida. Durante este tiempo, demostró que tiene el temple y la prestancia para ser una gran soberana.

DE CUNA VALLUNA



Cochabamba fue la tierra que la vio nacer; su infancia transcurrió con normalidad a lado de sus padres, Héctor Revuelta y Dora Santa Cruz, y en la compañía de sus seis hermanos.

Según recuerda, ella siempre fue una niña “inquieta y preguntona”, y su etapa escolar en el Colegio de las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús, más conocido como Irlandés, fue llena de experiencias inolvidables.

Ligia salió bachiller en 1955. Al año siguiente, comenzó a trabajar en el Banco Hipotecario Nacional, bajo la dirección de Luis Davis, donde hizo carrera administrativa durante seis años.

Posteriormente, un encuentro inesperado, una mirada furtiva y una sonrisa provocaría un cambio de rumbo en su vida. En una fiesta privada conoció al norteamericano Bobby Giles, quien ese entonces trabajaba temporalmente como ingeniero en una empresa petrolera en Cochabamba.

En 1961 contrajo matrimonio con Bobby Giles. La pareja decide vivir en los Estados Unidos, en la ciudad de Conroe, Texas. Lugar donde reside hace 55 años.

Allá adopta el apellido de su esposo

y comienza a ser conocida como Ligia Giles. Casi al año de vida conyugal

llegó el primogénito, Bobby y, un año más tarde, Sharon.

“Durante más de una década me dediqué en cuerpo y alma a mis dos hijos. No salí a trabajar”, afirma.

OLFATO EMPRESARIAL

La vida de la familia Giles continuaba de forma habitual, pero en 1977, luego de 16 años de vida en la región, llegó al condado el empresario Jorge Coulan para comprar varias hectáreas de terreno, con el propósito de construir el recinto para un Festival del Renacimiento. Luego de intensos meses de trabajo se inauguró este centro de atracción.

“Es un parque temático, ambientado totalmente en la época del renacimien- to. Cada año abre sus puertas ocho fines de semana al año. Todo es tan llamativo que, sin darse cuenta uno comienza a gastar su dinero. Ahí supe que este lugar generaba mucho movimiento económico porque se podía vender todo, desde comida,

bebida hasta recuerdos”, señala.

Al año siguiente, se presentó ante el directorio de la administración con 50 empanadas de carne, -todas bien acomodadas en una charola de plata-, para su degustación. “Nunca antes había preparado una, pero a los dueños les dije que era la mejor y así lo comprobaron”, enfatiza Ligia, quien salió de las oficinas con un contrato firmado.

entre tropiezos y aciertos

Al principio no fue fácil preparar gran cantidad de empanadas, puesto que no tenía conocimiento de cómo se hacían las recetas de manera industrial; pero con ingenio, fe y perseverancia logró establecerse en una pequeña esquina del Festival.

“Me presté equipos de una pizzería para comenzar a producir las tapas de mis empanadas, luego alquilé un espacio dentro de un frigorífico de una carnicería para guardarlas en cajas y, con un poco de insistencia, logré producir la materia prima suficiente para no fallar la entrega del producto durante el festival”, cuenta Ligia Giles, quien empezó con 17 empleados y ahora tiene más de una centena.

Desde el primer año, esta boliviana fue reconocida como una gran trabajadora y emprendedora. Es así que la directiva del festival reconoció su local como uno de los lugares turísticos más visitados.

“Nunca cambié ni el tamaño ni la receta original, tienen más de 16 empanadas y son muy bien elaboradas; debe ser por eso que hasta ahora mis empanadas son las más buscadas”, dice orgullosa.

Actualmente, el negocio de Ligia

Giles creció ampliamente y ya cuenta

con 14 locales de expendio de comida - diversificó su oferta gastronómica- y bebida dentro del mismo recinto del festival.

Sin duda, desde 1976, Ligia Revuelta de Giles es la reina de la gastronomía hispanoamericana del Festival del Renacimiento de Texas. Cada año viste con sus mejores galas, dos o tres veces, para pasear por el lugar y recordar que ella es parte de su historia.

No sabe cuándo se retirará del festival, lo cierto es que sigue disfrutando

de cada una de las versiones como

si fuera la primera vez.