Esta columna fue escrita por Raúl Peñaranda, editor general de ANF, en septiembre de 2014, después de un homenaje realizado por Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina (Ciespal) a Luis Ramiro Beltrán en La Paz.
El periodista José Luis Aguirre acaba de despacharse un evento de grandes proporciones para homenajear en la Universidad Católica a Luis Ramiro Beltrán, el principal comunicador boliviano. En coordinación con el director de Ciespal, Francisco Sierra, que estuvo de visita en Bolivia, Aguirre promovió que Beltrán recibiera medallas, mensajes en video del exterior y salutaciones de diversas entidades periodísticas y de comunicación de Bolivia.
Los diversos discursos hicieron hincapié en la enorme influencia que tuvo Luis Ramiro en el escenario internacional de la comunicación para, los años 60 y 70, sentar las bases de una comunicación latinoamericanista, que denunciaba la verticalidad de los mensajes que llegaban desde EE. UU. y que proponía que la comunicación debía servir para apuntalar los planes nacionales de desarrollo de cada país.
En los 80, Beltrán fue importante en la construcción de lo que se vino en llamar el Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación. Muchas de las ideas y propuestas de Beltrán siguen vigentes hoy, 40 años después de ser planteadas. El norteamericano David Berlo, unos de los teóricos de la comunicación más afamados del mundo, dijo una vez en un discurso magistral que sus mayores influencias habían sido la obra del educador brasileño Paulo Freire y la del comunicador boliviano Luis Ramiro Beltrán, que fue, además, su alumno.
Tras retornar a Bolivia a fines de los 80 después de 34 años en el exterior, Beltrán se comprometió con el servicio público y aceptó, creo que a regañadientes, un reto importante: ser vocal, y luego presidente de la Corte Nacional Electoral, conduciendo serena y eficientemente las (muy) agitadas elecciones de 2002.
Pero Luis Ramiro Beltrán fue también guionista de cine, nada menos que de la película Vuelve Sebastiana, un clásico latinoamericano, dirigida por Jorge Ruiz; autor de un texto de poemas, Tus pasos en la corteza; responsable de una exhaustiva antología boliviana de poesía; autor de El cofre del selenio, una innovadora obra de teatro; e incluso escribió la letra de un hermoso bolero, Contéstame, al que le puso música su amigo y paisano Raúl Shaw Moreno y fue interpretado por el afamado cantante portorriqueño Johnny Albino, que fue también integrante del Trío Los Panchos. Acabo de, orgullosamente, colgar en Youtube el audio de ese bolero, que me entregó José Luis.
Quienes conocen más a Beltrán saben que en su vida privada detesta las adulaciones y los halagos. Junto a Norita, su esposa y confidente, Luis Ramiro es un gran conversador, un hombre sensible y empático, un agudo descifrador de sentimientos, una persona de un gran sentido del humor con una fina ironía y una rara capacidad de reírse de sí mismo.
Y para alegrar hasta las fiestas más aburridas abre su Equipo General de Relajo, un baúl que lleva a todas partes y en el que carga zampoñas y pinquillos, panderetas y un bombo, charangos y pitos, que distribuye jocosamente entre todos y luego instruye cómo tocar.
Entre todas sus virtudes, dos resaltan más: su enorme generosidad, que ha utilizado para alentar a colegas más jóvenes y menos afamados que él; y su genuina modestia, que le hace valorar más una tarde de apacible conversación con Norita y sus numerosos amigos que las toneladas de reconocimientos que ha recibido, incluido el más importante de ellos, el MacLuhan, una especie de Premio Nobel a la Comunicación.
Beltrán es un verdadero orgullo nacional y un ejemplo para generaciones de periodistas.
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