La solidaridad y la ayuda que otorgó a más de 10.000 pacientes en 30 años de trabajo hicieron que el oftalmólogo boliviano Joel Moya recibiera el título de doctor honoris causa en salud, otorgado por la Organización Internacional para la Capacitación e Investigación en Medicina (OICIM).
Es el primer médico boliviano de la especialidad que obtiene ese reconocimiento en vida. "Me siento feliz y orgulloso de haber recibido el reconocimiento, no me lo esperaba”, dijo el también director del Instituto Nacional de Oftalmología (INO) a las casi dos semanas de retornar de la Riviera Maya, en Cancún, México, donde la OICIM le otorgó medallas y reconocimientos.
"En el evento, vívidamente recuerdo cómo los médicos de otros países como Argentina, Perú, Ecuador y otros buscaban una oportunidad para felicitarme”, cuenta con una sonrisa.
Explica que la organización convoca cada dos años hasta a cuatro profesionales de diferentes especialidades, de 14 países, para que participen en un congreso, en el cual evalúan la profesionalización, la capacitación, la solidaridad y la práctica en docencia que tiene cada experto y de acuerdo con ese examen de méritos los galardona.
Participaron tres profesionales de La Paz, Tarija y Cochabamba en ese congreso. Moya dice que el reconocimiento que recibió se los debe a los más de 10.000 pacientes que tuvo durante 30 años de trabajo y por los cuales recorrió casi todo el país.
"Las miradas felices de aquellas personas que me agradecían por volver a ver, tras una cirugía de catarata o glaucoma, no tienen precio”, afirma.
Con esa motivación, constantemente buscó el financiamiento de diferentes organizaciones -el Club de Leones, la iglesia mormona, los franciscanos y el INO- para pagar los insumos o medicamentos que le permitieran realizar gratis todas las cirugías.
El médico, oriundo de Cochabamba pero radicado en La Paz, dice que la labor social le llevó al área rural de todo el país. "La FAB nos colaboró llevándonos a diferentes lugares, casi inaccesibles. Fuimos desde Bermejo hasta Cobija. Tuvimos más de 250 expediciones”, rememora.
Cada actividad lo motivaba más. "La gente más necesitada está en el campo y no puede acudir a la ciudad. Por eso, nosotros vamos a donde ellos”, agrega.
Además de las alegrías, Moya también tuvo tristezas. "Recuerdo que hace tiempo llegó al Hospital del Niño un pequeño de cerca de dos años con todo el cuerpo quemado, incluyendo la parte de los ojos. Me convocaron. Él estaba en un aparato lleno de agua y lo único que permanecía afuera era su cara”.
Logró salvarle la vista, pero lamentablemente su cuerpo no resistió y murió. "Me dolió mucho, creí que se salvaría. Yo luché por él”, se lamenta.
Moya comenta que hace 40 años tomó la decisión de ser médico, motivado por su madre. Estudió siete años la carrera de Medicina y luego fue a la mina de Huanuni de Oruro, donde realizaba exámenes de laboratorio y rayos X.
Allí se le presentó la oportunidad de postular a una beca para especializarse en oftalmología, durante tres años, en Brasil.
"No me arrepiento de haber optado por esta especialidad. Amo mi trabajo y creo que, humildemente, puedo ayudar a algunas personas que lo necesitan”, asegura el profesional que recibió la distinción.
De 65 años, el médico Moya trabaja cerca de 18 horas al día los siete días de la semana y nunca ha dejado de hacer tareas sociales en favor de sus pacientes. "Vale la pena”, asegura.
El respaldo de su familia fue fundamental en su trabajo
El oftalmólogo Joel Moya afirma que la colaboración de su familia fue fundamental para que realice su labor social y para que se capacite todos los días.
"Qué hubiese sido de mí sin el apoyo y la comprensión de mi esposa (Silvia Miranda) y la de mis hijos. Muchas veces no llegaba a casa por una semana”, resalta el oftalmólogo.
Además, la constante capacitación en su especialidad -es cirujano en glaucoma- demandaba varias horas de estudio.
"Por mis manos pasaron varios aparatos, con los que hacía las operaciones, desde las más complejas, que eran equipos grandes, hasta las menos complicadas, que son las que actualmente manejo”, recalca. Explica que con esas máquinas se lograba hacer hasta dos cirugías al día, pero ahora se efectúan hasta 20.
Pese a que quiso que sus dos hijos fueran médicos como él, ninguno optó por seguir sus pasos. "‘No, papá, demanda mucho trabajo’, me dijeron”, cuenta. Su hijo es magíster en auditoría y su hija, la menor, se tituló como administradora de empresas.
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