A inicios de los años 70 del siglo pasado (1972), el presidente de ese entonces de Estados Unidos, Richard Nixon, visitó China para reunirse con su homólogo Mao Zedong. El hecho se convirtió en histórico porque Nixon, conocido por su fuerte postura anticomunista, pisaba suelo de uno de los regímenes comunistas más secos del mundo durante el periodo de la Guerra Fría.
"La visita marcó la apertura de China al mundo occidental. El país tenía mucho que mostrar, sobre todo su cultura milenaria”, dice Arturo Arancibia, el paceño que en esa época, con algo más de 20 años de edad, se encontraba en Alemania, capacitándose en el manejo y mantenimiento de maquinaria industrial. Había tomado esa decisión al salir de Bolivia, en plena dictadura militar, a inicios de los 70, dejando los cuatro de medicina en la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA).
Al igual que a otros países de Europa, a Alemania llegó una comitiva de acupunturistas chinos para mostrar y enseñar a los alemanes los secretos y beneficios de esa alternativa médica natural de miles de años de antigüedad. "China estaba abriéndose al mundo y en Europa había comenzado a surgir una corriente a favor de la homeopatía , lo que representó un buen terreno para la acupuntura”, recuerda el boliviano que hoy es máster en acupuntura.
En Alemania los chinos hicieron demostraciones por televisión y otros medios de su novedosa terapia (para el Occidente). "Los vi en la televisión haciendo demostraciones con agujas que incrustaban en el cuerpo para quitar el dolor. Pero lo que más me impresionó fue la demostración en la Universidad de Giessen: realizaron una operación a corazón abierto sin anestesia”, recuerda Arancibia.
En la Universidad Giessen decidieron implementar la técnica china como una especialización de tres años para estudiantes de Medicina que hubieran vencido cuatro años de estudio. Arturo Arancibia calificaba, así que inició todos los trámites para que desde Bolivia le certificaran ese tiempo de preparación. Logró ingresar al curso. Era el único boliviano. Junto a un chileno, dos mexicanos, un salvadoreño y un peruano, fueron los únicos latinoamericanos entre alemanes y otros europeos más.
Según recuerda, al principio fue "muy aburrido, porque el traductor tardaba mucho en traducir el chino al alemán”. "Si una clase estaba programada para una hora, podía durar hasta dos”, dice.
Sin embargo, las clases se fueron tornando interesantes y apasionantes debido al desafío que representaba aprender la ubicación de cada uno de los meridianos del cuerpo humano. "Los meridianos son las corrientes de energía que tiene el cuerpo humano. Cada uno de esos meridianos corresponde a cada órgano del cuerpo: al hígado, al corazón, los intestinos, pulmones, el estómago, etcétera”, explica.
De acuerdo a la acupuntura, el cuerpo contempla 12 meridianos llenos de energía, en los que, cuando se incrustran agujas en los lugares adecuados, se puede calmar dolores y generar efectos relajantes.
"La acupuntura restablece el equilibrio energético del cuerpo, el yin y el yang. Cuando hay desequilibrio viene la enfermedad, cuando se restablece el equilibrio se termina la enfermedad”, afirma Arturo Arancibia.
Las primeras prácticas fueron con muñecos de plástico, luego en el cuerpo de los estudiantes. "Eran dolorosos porque al principio no dábamos en el punto. Habré recibido unos mil pinchazos en cada parte del cuerpo e igual mis compañeros”, recuerda sonriendo.
Cuando terminó el curso de tres años, fue contratado por la clínica de la Universidad de Giessen, donde se adoptó esta terapia médica alternativa para quitar el dolor y curar dolencia que la medicina convencional no lograba.
"La clínica de Giessen se convirtió en una alternativa para pacientes que eran alérgicas a los anestésicos o para los casos que la medicina tradicional no lograba curar: disfunciones orgánicas, problemas estomacales o con el hígado”, comenta el médico boliviano.
"La acupuntura destacó más en la terapia del dolor”, añade.
Arancibia regresó a Bolivia en 1977. La acupuntura ya había llegado al país, pero de la mano de los chinos, así que se convirtió en el primer boliviano con esa especialidad. "Instalé un consultorio en mi casa, en Sopocachi, y al principio la gente tenia desconfianza. Así que mis primeros pacientes fueron amigos y gente que me conocía”, cuenta.
¿Cómo reaccionaban los pacientes paceños al ver las enormes agujas que se les iba a incrustar en el cuerpo? "Eso de las agujas enormes es puro show, las agujas son pequeñas”, responde.
Y es así, las agujas con las que Arancibia aplica la acupuntura miden máximo cinco centímetros de largo. Con destreza las clava alrededor de los labios, pómulos y los ojos de uno de sus pacientes que sufrió, por tercera vez, una parálisis facial. "No se siente nada”, asegura el hombre de 40 años, de oficio transportista a Yungas. En su segunda sesión, explica que ya siente mejoras. "Ya tengo más sensibilidad”, comenta.
"Se tiene que habilitar el nervio facial, las agujas van en todos los puntos donde está la parálisis, estimularán con una energía similar al cerebro”, explica el médico, máster en acupuntura y terapias alternativas y "Doctor Honoris Causa en Terapias Alternativas”, reconocido por la Organización Mundial de la Salud.
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