Monday, May 8, 2017
Skorpios, la vida de un espía boliviano
ENIGMA | LA VIDA DE SKORPIOS TRANSCURRRIÓ MIENTRAS LA GUERRA FRÍA CONMOVÍA AL PLANETA Y LA PUGNA ENTRE IZQUIERDAS Y DERECHAS CONVULSIONABA BOLIVIA. UTILIZÓ VARIOS ALIAS Y FUE AMIGO DE RECONOCIDAS PERSONALIDADES. ASEGURABA QUE HABÍA SIDO ENTRENADO EN LA ALEMANIA NAZI
La vida de Skorpios resulta especialmente azarosa. Este espía boliviano, al parecer formado en Alemania, podía ser parte discreta de secretos operativos políticos y militares, como también entusiasta centro de masivos auditorios. Algo que destaca la mayoría de quienes lo conocieron y relataron su testimonio a OH! son sus polifacéticas y, por tanto, sorprendentes apariciones. Aseguran que lo vieron de catedrático universitario, de pastor metodista, profesor de inglés, conserje hotelero, fotógrafo de eventos sociales, jefe militar, entre otras personificaciones.
“Lo conocí en el Instituto Americano de La Paz, el año 1981 –relata Antonio Pérez (*), hoy psicólogo -. Se presentó como el nuevo profesor de inglés. Era parte de un grupo que había relevado a los docentes que fueron exiliados por el golpe de Estado de Luis García Meza. Solía dedicar una media hora de sus clases para hablarnos, con gran elocuencia, sobre historia, política, filosofía, psicología o hacernos extraños test”.
En esos tiempos, Skorpios usó su nombre real, Álvaro Alarcón Azcui, pero además participaba de la congregación metodista propietaria del establecimiento educativo. Era conocido como el “reverendo Alarcón”. Otros alumnos de aquellos años recuerdan que en esas intrigantes como divertidas conversaciones extracurriculares, Alarcón parecía estudiar selectivamente a algunos de los estudiantes.
“No sé si vigilaba si éramos parientes de algún político o jóvenes militantes o si estaba en plan de reclutar gente –recuerda Pérez-. Hay amigos que me aseguran que al menos dos ex compañeros de colegio acabaron años más tarde trabajando con él. Eso sí, todos aprendimos mucho de sus charlas extras, era muy didáctico y carismático”.
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Ilich Ramírez, conocido también como "El Chacal", Skorpios aseguró que fue uno de sus objetivos.
Archivo
PERSONAJE MULTIFACÉTICO
Alberto López, otro ex alumno de aquella institución, tuvo la oportunidad de verlo hasta en tres escenarios radicalmente distintos. “Siempre recuerdo sus charlas donde explicaba cómo desde los nazis hasta grandes multinacionales y varias organizaciones religiosas manipulan el cerebro de las personas – precisa-. Sin embargo, un día un amigo me invitó a un culto evangélico y quien dirigía el culto era el profe de inglés. Luego, por si fuera poco, en otra oportunidad lo vi salir de Palacio de Gobierno vestido de militar, quedé boquiabierto”.
Skorpios medía aproximadamente 1,65, era corpulento, de notorios cachetes, ojos redondos, mirada chispeante y ya para para entonces lucía una creciente calvicie. Llamaba la atención especialmente su vozarrón, sin duda curtido en cátedras, sermones y arengas. Y en cuanto a sus dotes intelectuales siempre destacó su habilidad para los idiomas. Junto al inglés respondía fluidamente a quienes probaban su nivel de alemán y solía hacer complejos juegos de palabras en francés, latín, quechua y aymara.
Dos años más tarde, cuando el país se hallaba convulsionado por la crisis de la Unión Democrática y Popular, Skorpios se estrenó como columnista. Escribía ocasionalmente artículos en El Diario bajo el pseudónimo de Iván Petrovich. En un país polarizado entre izquierdas y derechas crecientemente beligerantes, sus textos solían identificar jugadas de nicaragüenses o cubanos, pero también de facciones ultraderechistas. Sus aguijonazos tocaban a trotskistas, socialistas, emeneristas y prácticamente todo el espectro político, quienes, curiosamente, optaban por el silencio antes que por el desmentido.
SU TESTAMENTO POLÍTICO
Fue entonces cuando la antropóloga alemana Mónica Klein, hija del historiador Herbet Klein, logró conocerlo. Conversó con él durante varios días y recopiló buena parte de su historia. El resultado de aquellas charlas se tradujo en una serie de entrevistas que fueron publicadas, también en El Diario, bajo el título de “Mi personaje misterioso”. En ellas Skorpios revelaba, desmentía o profundizaba, incluso testimonialmente, diversas conspiraciones y conflictos políticos tanto de la historia boliviana como latinoamericana y mundial.
En septiembre de 1984, el país se hallaba al borde de un colapso sin precedentes. Ese mes Skorpios publicó el libro “Alerta Bolivia, un estudio político dentro de la inteligencia estratégica”. Constituía una clásica denuncia de la teoría de la conspiración que advertía los riesgos mayores que amenazaban al país en aquellos momentos. En la tapa y carátula del texto se presentaba como autor Ivan Petrovich, pero en las páginas interiores el agente reveló su identidad y sus convicciones.
En “Alerta Bolivia”, Alarcón describe esquemáticamente cómo diversas corrientes políticas de izquierda y derecha sirven a un eje empresarial-transnacional en desmedro de Bolivia. Luego explica la importancia geopolítica del país y los intereses estratégicos de los Estados vecinos. Finalmente llama al país a desarrollar líneas de desarrollo que van desde la petropolítica hasta la ética y la idiosincrasia para superar la corrupción. Tras esa especie de testamento político, en el epílogo, hizo un listado de sus confesiones de fe.
El texto, al parecer tocó alguna fibra muy particular. A contados días de la presentación, dos proyectiles de fusil destrozaron su ventana y dieron en la almohada de la cama de su dormitorio. A más de uno sorprendió su primera interpretación de los hechos: “Esas balas no las disparó ningún izquierdista (víctimas frecuentes de sus textos), sino gente que tiene su propia y apartada oficina en una conocida embajada”.
Entre 1986 y principios de 1990, Alarcón ganó fama como catedrático en dos áreas: por un lado era asiduo expositor en diversos institutos militares. Por el otro, enseñaba materias religiosas en universidades y colegios porque, para variar, ostentaba un doctorado PHD en teología acreditado por una universidad estadounidense. Un jefe militar retirado recuerda que en una oportunidad le hizo una particular confidencia.
EL DÍA QUE REVELÓ SU IDENTIDAD
Me dijo: “En cuanto a mis grados, hermano, tengo este doctorado que lo busqué tras renunciar a un ateísmo de más de 20 años. Pero mi primer grado lo recibí de manos del almirante Wilhelm Canaris, era un espadín de la Wehrmacht (Fuerzas Armadas Unificadas)”. Como es sabido, Canaris fue el comandante de la Armada Alemana y de uno de sus servicios de inteligencia durante la Segunda Guerra Mundial. Y es ahí donde, según él relató en ciertas oportunidades, se inició la singular carrera de Skorpios.
En dos ocasiones, y solicitando estricta confidencialidad, Alarcón habló sobre esos sus orígenes en el particular oficio del espionaje internacional a dos medios de comunicación: la revista Escape de La Razón, el 21 de octubre de 2001, y para la edición de OH! del 7 de marzo de 2004. En ambas oportunidades reconoció que Skorpios, Petrovich, Jorge Etchevarne y varios otros alias más eran en realidad la misma persona. Sin embargo, precisó que Skorpios fue el nombre de guerra que recibió para los operativos en los que intervino internacionalmente.
Según sus confesiones, todo se inició cuando sus progenitores se divorciaron, se trataba un divorcio profundamente ideologizado. “Disputaban la tenencia de mi persona –recordó Alarcón -. Ella era socialista, él era germanófilo y apoderado de la colonia alemana que había sido trasladada a EEUU por el Gobierno de Villarroel. Entonces mi papá hizo uso de sus vínculos para que yo pueda optar a una singular ‘beca’ en Alemania”.
Aquellas “becas” implicaron, según han revelado diversos reportajes en décadas recientes (*), el reclutamiento de jovenzuelos, por lo general descendientes de alemanes, en Sudamérica. Los nazis preveían convertir a estos grupos, una vez instruidos, en avanzadillas estratégicas tras la hipotética victoria germana en la Segunda Guerra Mundial. Según Alarcón, el periplo se inició a fines de 1942 en la costa argentina. Dos adolescentes bolivianos y sus pares de otros países vecinos, viajaron hasta Alemania durante tres semanas en un submarino.
La beca culminó en 1944. Otro sumergible hizo con ellos el recorrido de retorno hasta puerto Carmelo, Uruguay, donde una barcaza los recogió para luego distribuirlos hacia sus respectivos países. Allí debían permanecer a la espera de instrucciones. Pero éstas nunca llegaron, Alemania fue derrotada a principios de 1945.
De vuelta a Bolivia, Álvaro Alarcón participó en agrupaciones de personalidades que luego se convertirían en destacados intelectuales como Néstor Taboada Terán, Fernando Diez de Medina y Sergio Almaraz Paz. El propio Taboada cita a Alarcón en uno de los prólogos que escribió para el compendio de “Obras Completas” de Almaraz. Diez de Medina también lo menciona en algunos de sus textos. Pero la llegada del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) al poder le llevaría a aplicar sus conocimientos.
SUS SERVICIOS ESPECIALES
“En 1954, alguien le informó al gobierno del MNR acerca de la preparación que había recibido –recordó Alarcón en la entrevista-. Ayudé a conformar una estructura de inteligencia cuya estabilidad bordeó una década. Pero me cansé y decidí dejar de prestar mis servicios. En las siguientes décadas sólo participé en servicios especiales eventualmente y por lo general a nivel internacional”. Mientras tanto, había empezado a frecuentar a la iglesia metodista en busca de colmar sus inquietudes espirituales.
De esos “servicios especiales” Skorpios solía recordar recurrentemente tres casos a sus allegados. Contaba que en los años 70 se hallaba entre los responsables de ubicar a Carlos Illich Ramírez, el célebre terrorista conocido como “El Chacal”. Según las versiones, en determinado momento ambos se descubrieron uno al otro en Suiza, tras incluso haber sostenido algunas conversaciones amistosas. Dado que era un territorio neutral en el marco de la Guerra Fría, simplemente optaron por una lacónica e intrigante despedida: “Adiós Chacal”-le dijo el boliviano-. “Adiós Skorpios” –le respondió el venezolano, hoy prisionero en Francia.
También solía citar con una mezcla de emoción, admiración y orgullo, el trabajo que realizaron los asesores del presidente panameño Omar Torrijos entre 1976 y 1977. “¿Puede ganarle una hormiguita a un elefante? –preguntaba-. Sí, si es capaz de ingresar en sus oídos y enloquecerlo. Eso hizo Torrijos, aún a sabiendas que iba a costare la vida, un verdadero patriota, logró recuperar nada menos que de EEUU el canal de Panamá”.
La tercera experiencia que Alarcón relataba con frecuencia en su círculo íntimo estaba relacionada a la desarticulación de la guerrilla peruana Sendero Luminoso. Citaba que entre varios expertos descubrieron que aquel movimiento no respondía las características clásicas de la izquierda latinoamericana. Precisaba que incluso su amigo de infancia, el líder trotskista Guillermo Lora, coincidía con ellos, aunque prefería no entrar en honduras. “Fujimori fue todo un samurái en su lucha con la extrañísima guerrilla senderista”, concluía a tiempo de subrayar a otro de sus personajes favoritos.
SU PARTIDA
Posiblemente, su apoyo a las investigaciones sobre Sendero Luminoso haya sido su última misión en activo. Para fines de los 90, Alarcón ya bordeaba los 70 años, aunque no dejaba de enviar alarmas en determinadas coyunturas a sus amigos militares y periodistas. Algunas de ellas con sorprendente precisión. A mediados de 2003, citó a dos periodistas del diario La Prensa a la cafetería del Hotel Ritz. “Estaba junto a dos oficiales, uno de la Naval y otro de la Fuerza Aérea –recuerda uno de ellos-. Nos dijo: ‘Se viene una masacre, pueden haber cientos de muertos, ni los ministros ni los dirigentes quieren hacernos caso’. Éramos dos reporteros, nos vimos impotentes de escribir nada. Tres meses más tarde estalló El Alto”.
También tuvo sus detractores, especialmente, dirigentes de izquierda. Algunos denunciaron que durante la dictadura de Luis García Meza trabajó cerca de los grupos de argentinos y nazis ligados a Klaus Barbie. Entre los documentos de denuncias a la dictadura, su nombre sólo aparece en las listas del libro de la organización IEPALA de marzo de 1982. “Pastor Metodista, agente del SES (Servicio Especial de Seguridad), es la breve descripción que cita el texto junto a su nombre.
Alarcón aseguraba que en ese tiempo simplemente buscó reflexionar a los militares golpistas sobre sus errores. “Pero el general presidente era más cuadrado que su apellido”, expresó alguna vez. Fue, precisamente, el tiempo en el que apareció como pastor metodista y profesor de inglés en el Instituto Americano. También fue entonces cuando resultó asimilado al Ejército Boliviano con el grado de mayor.
A mediados de 2005 una úlcera rebelde empezó a deteriorar su salud y postrarlo varias veces en las camas del Hospital Militar con frecuentes anemias. Álvaro Alarcón Azcui falleció a fines de noviembre de aquel año. En esos días se confesaba cansado y reiteraba que su “única satisfacción al partir del mundo sería exclamar como el gran apóstol de los gentiles: “He peleado la buena batalla”.
*Varios de los entrevistados han solicitado guardar su identidad en reserva.
“Sus aguijonazos tocaban a trotskistas, socialistas, emeneristas y prácticamente todo el espectro político, quienes, curiosamente, optaban por el silencio antes
que por el desmentido”
“Disputaban la tenencia de mi persona –recordó Alarcón -. Ella era socialista, él era germanófilo y apoderado de la colonia alemana que había sido trasladada a EEUU por el Gobierno de Villarroel. Entonces mi papá hizo uso de sus vínculos para que yo pueda optar a una singular ‘beca’ en Alemania”
“A mediados de 2003, citó a dos periodistas del diario La Prensa a la cafetería del Hotel Ritz. “Estaba junto a dos oficiales, uno de la Naval y otro de la Fuerza Aérea –recuerda uno de ellos. Nos dijo: ‘Se viene una masacre, pueden haber cientos de muertos, ni los ministros ni los dirigentes quieren hacernos caso'”
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