En las últimas semanas ha dejado de existir el Dr. Eduardo Aranda Torrelio. Pocas veces se puede hablar de un científico boliviano. El autor lo conoció en el Hospital del Niño de la zona de Miraflores de la ciudad de La Paz, cuando realizaba sus prácticas de pediatría. El Dr. Aranda era un pediatra con la sub especialidad en hematología.
Se lo puede recordar en las acostumbradas reuniones a las 7 de la mañana en el Auditorio del mencionado Hospital para analizar diversos artículos internacionales, los cuales se hallaban en inglés. Entonces uno tropezaba primero con el idioma y luego con la terminología eminentemente científica en este caso en la especialidad de pediatría. Podían ser artículos de las sub especialidades de infectología, hematología, oncología, genética, etc.
De esta manera se podían analizar con más facilidad diversos “casos clínicos” de los niños enfermos, que en algunos de los casos podían presentar enfermedades muy extrañas y de esta manera buscarles soluciones a un “bajo costo” sin salir al extranjero. Recordemos que muchos de los casos muy difíciles de los nuestros niños, no pueden ser tratados en el extranjero por razones económicas, demás está decir que Bolivia es un país muy pobre, llegando al punto que en muchos de los casos, muchos padres no pueden comprar medicamentos para sus hijos, por ejemplo de 100 bolivianos, peor van a poder contrarrestar costos de las operaciones de varios miles de dólares. En este punto, también se debe recalcar las diferentes campañas que realizan comunicadores so-ciales para ayudar a estos niños, así como la actividad de las “Damas Voluntarias”, las cuales trabajan incansablemente, para lograr conseguir los medicamentos para los niños de escasos recursos económicos.
El Hospital del Niño es un lugar de refe-rencia a nivel nacional. Resulta que si un niño de lugares alejados a los grandes centros urbanos se encuentra enfermo, primero es llevado a una “Posta Sanitaria” (Primer Nivel), si no se le puede solucionar el problema es trasladado a la capital de Provincia donde se encuentra un Hospital de Segundo Nivel y si no es sanado es transportado a un Hospital de Tercer Nivel como es el Hospital del Niño y si el mal persiste se buscan Centros de Investiga-ción (Cuarto Nivel), que pueden hallarse fuera de Bolivia (Estados Unidos y Euro-pa). Recordemos que en las últimas sema-nas Transportes Aéreos Militares firmó un convenio para el transporte de los niños con leucemia y un familiar acompañante, desde cualquier punto de Bolivia hacia seguramente La Paz-Cochabamba y San-ta Cruz, para por ejemplo, las sesiones de quimioterapia (así de terrible es la situa-ción de pobreza en Bolivia y falta de insta-laciones de Hospitales de Tercer Nivel en lugares estratégicos del territorio nacional o al menos, si se pudiese planificar el transporte y estadía de los familiares, que generalmente se quedan durmiendo en el piso al lado de las camas de los niños).
Pero es que el Dr. Aranda trabajaba para que el Hospital del Niño logre ese ansiado status de Cuarto Nivel, fomentando la “investigación” y la “buena enseñanza” pa-ra sus estudiantes de medicina, internos y residentes, así como la capacitación per-manente de los diferentes especialistas y sub especialistas (“nunca se termina de aprender”).
Y cuando uno habla de “investigación” parece un rubro no productivo, que no lo-gra ganancias y es que los bolivianos he-mos entrado en la mayoría de los casos, en lo que se llama “investigar por investi-gar”.
El autor poco después se enteró que el Dr. Aranda era el pilar fundamental en el tratamiento a base de quimioterapia, de los niños que presentaban “leucemia” dentro el mencionado hospital, una patología muy desgarradora y en muchos de los casos mortal.
Pasaron algunos años y encontré una paciente que tenía efectos colaterales de la malaria africana, la paciente me pidió que le administrara un fármaco para su padecimiento y grande fue mi sorpresa cuando se me pidió que me comunicara vía celular, con el Dr. Aranda para pedirle las instrucciones respectivas; vale decir que el mencionado profesional también atendía pacientes adultos con patologías hematológicas extremadamente complica-das.
El Dr. Aranda elevó el nivel científico del Hospital del Niño, dejando sus enseñan-zas para miles de estudiantes que tuvieron la suerte de poder conocerlo y tratar de replicar su filosofía de amor hacia la cien-cia y la vida, es así que también impulsó la “Revista Pediátrica” donde se relatan casos bolivianos. El Dr. En cuestión tam-bién dirigió el Colegio Médico de Bolivia y La Paz.
No se puede dejar pasar la oportunidad para también nombrar a algunos de los profesionales médicos (científicos) que marcaron y marcan huella dentro de la medicina paceña, a quienes el autor tuvo la suerte de conocer y algunas veces hasta compartir las mesas de operaciones como ser los doctores: Llanque (reumatología), Córdova (cardiología), Pinto (neumolo-gía), Choque Inclan, Fernández y Villa-nueva (traumatología), Bustillos (Otorri-nolaringología), Valda (dermatología), Canaviri (anestesiología), Murillo (oftal-mología), Ríos (patología), Orihuela (uro-logía), Badani (nefrolo-gía), Costa Arduz (medi- cina legal), etc. Cómo olvi-dar a bioquímicos, nutri-cionistas, enfermeras, fi-sioterapeutas, auxiliares, administrativos y otros, es-pecializados en Salud.
Las nuevas generacio-nes cada vez se especiali-zan y sub especializan aún más, no olvidemos que actualmente la medicina avanza, por ejemplo, con la aparición en los últimos 10 años del rayo láser (usos en urología, oftalmo-logía, etc.), trasplantes de riñones (en el Hospital Mi-litar), oxigenoterapia y otros, los cuales ya se practican en los hospitales paceños públicos y privados con muchos éxitos para la felicidad de los diferentes pacien-tes y sus familias.
Muchas gracias a nuestros científicos, los cuales luchan por lograr la felicidad de sus pacientes, profesionales que en un ar-tículo anterior el autor los bautizó como “los ángeles de blanco”, los cuales no son dioses, ni infalibles, son simplemente pro-fesionales que trabajan en turnos de 24 horas continuas y tratan de realizar su trabajo de la mejor manera posible, pese a la pobreza existente en Bolivia en cuanto a materiales, equipos y hasta la presencia de “casos médico-legales (judiciales)” complicados que a veces llegan a los cen-tros de salud y hospitales como el caso del “angelito” (tal vez el mártir necesario para que las cosas cambien a nivel de las guar-derías y otros) que llegó al Hospital del Niño.
Pero pese a todo, el trabajador en salud, dicen que lo debe soportar todo, “por el amor que debe sentir por su paciente”, prueba de ello son las diferentes donacio-nes de sangre que los internos realizan a veces para salvar a sus pacientes o la infinidad de profesionales médicos que fallecieron en las diferentes carreteras del país al dirigirse al área rural.
Dr. Aranda las miles de semillas que sembró darán miles de plantas, y así suce-sivamente, en Estados Unidos, Italia, Mé-xico, Argentina, Chile, Bolivia y otros paí-ses donde sus ex estudiantes se encuen- tran.
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