Su futuro está en la Universidad de Harvard, pero ha trazado su destino en Bolivia. El biólogo molecular y celular Mohammed Mostajo quiere crear un Instituto de Biología Molecular en nuestro país.
Eso permitirá entender la diversidad genética en la población boliviana y saber por qué hay personas que viven en la zona amazónica y son susceptibles a enfermedades y otras, en cambio, son resistentes a esas enfermedades.
“Queremos saber la diferencia genética entre ellas. Esto nos ayudará a desarrollar una nueva generación de vacunas que no serán una versión debilitada del virus, sino herramientas de ingeniería genética, que irán a cambiar el ADN de las personas susceptibles para hacerlas personas resistentes”.
Además de este proyecto para crear las primeras vacunas patentadas en Bolivia y hechas por bolivianos, trabaja en la reprogramación de neuronas y en la creación de células de la piel para transformarlas en células madre.
Hace tres días, un equipo chino se adelantó peligrosamente en la edición del ADN de un embrión para ‘quitar’ genes que causaban una enfermedad. Esto es lo que disparó la conversación.
Recientemente estalló una polémica por la edición de genes de embriones. ¿Por qué la comunidad internacional reaccionó tan fuertemente frente a este equipo de investigadores chinos?
Como comunidad científica, y lo digo como miembro de la Sociedad Internacional de Investigadores de células madre, hicimos una resolución hace unos meses.
Dijimos que no íbamos a modificar un cigoto (la unión de un espermatozoide con un óvulo). Tenemos la tecnología para editar el ADN, pero dijimos que hasta no comprenderla totalmente, no era el momento para editar un bebé antes de que nazca.
No es lo mismo editar a una persona antes de nacer, porque (en el caso de los embriones) se da a los padres la opción de escoger cosas que van fuera de los factores que como padres podrían generar (se refiere a varias características físicas como altura, color de ojos o de pelo).
Esa es la criticada eugenesia, que implica escoger los genes de los más aptos. Exactamente. Es distinto usar la misma tecnología en una persona ya adulta y que es consciente de que quiere editar su genoma para prevenir alguna enfermedad.
Como sociedad, dijimos que habría que esperar algunos años para ver si hay consecuencias y analizar si las leyes están listas.
China se nos adelantó un paso. Ya lo sabíamos, porque había rumores de que lo estaban haciendo. Lo vimos con un poco de preocupación, pero creo que ahora... ya está hecho.
No me desagrada mucho la idea. Si dos padres tienen un alto porcentaje de producir un bebé con los genes para alzhéimer, es probable que su hijo lo tenga. Modificar el genoma del bebé para que no tenga alzhéimer no es una mala idea. El grupo chino hizo algo similar.
Fue para evitar la talasemia, que es un tipo de anemia, ¿verdad?
Se usa exactamente la misma tecnología para modificar el color de los ojos, modificar la altura, es decir, para cosas más cosméticas que médicas. En ese momento pusimos un límite a estas investigaciones.
En otras palabras, se acordó que se puede corregir un gen para que no haya un problema ocular, por ejemplo, pero no para que los padres elijan el color de los ojos del bebé.
La posición era no hacer nada hasta entender los límites, las ventajas y desventajas.
¿Ese límite es más que ético, científico?
Tenemos la tecnología para hacerlo. El grupo chino dice que la tecnología funciona con cierta deficiencia, pero funciona.
Si empezamos con diez óvulos de una mujer, uno no tendrá la enfermedad, pero también si queremos un hijo con ojos azules, tendremos un óvulo que contenga el gen de los ojos azules.
Diría que es más un asunto ético que de tecnología. La tecnología funciona y está probada en animales.
¿Qué se ha conseguido hasta el momento?
Hemos podido crear animales que no tienen un gen y los usamos para que no porte el gen involucrado en cáncer. Podemos usar la tecnología para aumentar genes donde no los había. Podemos crear ratones con un gen humano para entender cómo ese gen humano varía en la ecuación, cómo el organismo responde.
En cambio, la reprogramación celular es distinta.
La genética nos ayuda a predecir enfermedades. La biología regenerativa y la reprogramación celular ayuda a tratarlas.
No es necesario tener una célula madre para reprogramarla. Podemos tomar un pedazo de piel y reprogramarla en una célula muy similar a las primeras células del cuerpo. Así podemos generar piel, neurona y músculo.
¿Se tomaron también células grasas (como en otros centros de investigación)?
Se hizo con biopsias de piel. Estamos investigando para que, sin necesidad de guardar el cordón umbilical, se reprograme un pedazo de piel para que genere todas las células del cuerpo. A partir de la piel podemos convertir las células en neuronas, en músculo.
Se hizo a través de la expresión de cuatro genes. Los puedo nombrar: Sox2, klf4, cMyc y oct4. Esos cuatro son suficientes para reprogramar cualquier célula del cuerpo a un estado de célula madre embrionaria, para generar luego cualquier célula.
¿Cómo se trabaja en la reprogramación del cerebro?
Mi objetivo es reprogramar un tipo de neurona en otro tipo de neurona, sin necesidad de pasar por el estado de célula madre. Se trata de convertir la neurona ‘X’ en la neurona ‘Y’. Las enfermedades neurológicas afectan a un solo tipo de neurona. Si yo puedo cambiar un poco, solo un 10% de las neuronas vecinas en este circuito, que tiene generalmentecélulas sanas, y reprogramar las neuronas que se degeneran, puedo mejorar los síntomas de la enfermedad.
Lo estamos llevando a cabo a un nivel más alto. No solamente queremos cambiar una neurona en otra, sino un circuito en otro.
¿Permitiría frenar el alzhéimer y otras enfermedades parecidas?
Autismo, bipolaridad, esquizofrenia son enfermedades particularmente interesantes para nosotros.
¿Va de la mano con el Proyecto Conectoma, que busca conocer todas las conexiones que tiene el cerebro?
El proyecto Conectoma busca entender las conexiones de un cerebro normal. Nosotros vamos un poquito más allá; mientras ellos quieren entenderlo, nosotros queremos cambiarlo. Trabajamos de cerca con Jeff Litchman, un pionero en el campo del Proyecto Conectoma y también profesor en Harvard
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