Menos palabras y más acciones para defender el derecho de los niños a la vida es la reivindicación del médico boliviano Franz Freudenthal, inventor de un dispositivo para curar las cardiopatías congénitas infantiles que le ha valido el reconocimiento internacional.
Nacido en La Paz de padres alemanes, Freudenthal es uno de los protagonistas de la campaña “25 líderes, 25 voces por la infancia”, lanzada por Unicef en alianza con Efe para destacar los 25 años de la Convención sobre los Derechos del Niño, que se cumplen el próximo 20 de noviembre.
Freudenthal se inclinó por la medicina inspirado en su abuela, una médica alemana que puso en marcha en Bolivia una clínica móvil para atender a pacientes de lugares alejados y de difícil acceso.
Para este especialista en cardiología pediátrica, el derecho a la vida es el más importante que plantea la Convención y, por ello, su mayor preocupación es la ausencia en Bolivia de un plan para tratar las enfermedades cardíacas infantiles, pese al riesgo añadido que significa el vivir en ciudades situadas a gran altitud.
Un 2 por ciento de los recién nacidos en ciudades situadas a más de 3.000 metros sobre el nivel del mar sufre de cardiopatías congénitas.
Pregunta: cuéntenos algún episodio de su infancia que recuerde especialmente.
Respuesta: mi abuela ha sido médico, nació en Alemania, se formó en Italia. Fue una de las primeras personas que hizo atención primaria en salud integral en Bolivia.
Durante mi infancia yo acompañé a mi abuela. Ella tenía una clínica móvil y la acompañaba para ver a los pacientes. A los ocho años había visto ya muchos partos, cómo comienza la vida, y esto fue una inspiración muy grande para dedicarme a la medicina.
P: ¿Usted quería ser médico desde niño?
R: La decisión de ser médico no es mía (...). Simplemente he hecho el camino donde la vida me ha pedido que lo haga.
P: ¿Por qué decidió especializarse en cardiología pediátrica?
R: La formación aquí en Bolivia es muy buena en la parte práctica, pero en la época en que yo me he formado, en los hospitales no existían cardiólogos pediatras.
Lamentablemente un niño falleció sin diagnóstico y sin tratamiento en el Hospital del Niño mientras yo hacía mi internado. Decidí en ese momento entender por qué se mueren estos niños y he buscado una solución para el tratamiento.
P: ¿Cómo surgió la idea de crear el dispositivo para tratar estas cardiopatías congénitas?
R: En los libros decía que la causa número uno de muerte en los países desarrollados eran estas enfermedades congénitas del corazón y que la única forma (de superarlas) era con una cirugía. En esa época, veíamos la cirugía cardiaca como una utopía en nuestro país porque había muchas complicaciones y no había recursos económicos. Estos niños estaban olvidados a su suerte.
Yo dije, ¿qué se puede hacer? Tomé una guía (quirúrgica) del basurero, la calenté e hice mi primer dispositivo, que lo probamos en 20 ovejas.
Ya de estudiante de medicina, tenía un proyecto de investigación internacional con la Universidad de Bonn (Alemania). Este proyecto tuvo mucho éxito, ya que con este método se empezó a operar a niños en Alemania (...) Recibí una beca y junto a mi esposa nos fuimos a Alemania a desarrollar este método.
P: ¿Usted esperaba llegar a tener tanto éxito con el dispositivo?
R: Como médico, como persona he logrado realizarme completamente y estoy muy contento de haber logrado desarrollar estos dispositivos.
No obstante, en Bolivia nacen cada año 2.500 niños y solo un 10 por ciento logra recibir una terapia adecuada. Todavía no estoy contento, tenemos que llegar a ese 90 por ciento de niños que los seguimos perdiendo.
Aunque tengo una alegría muy grande de poder llegar a unos 200 niños cada año en Bolivia, todavía estoy muy triste porque seguimos perdiendo muchos niños sin motivo en nuestro país.
P: ¿Cuál ha sido su mayor satisfacción?
R: Hay varios momentos importantes en mi vida. Tal vez el más importante es cuando un niño enfermo del corazón se sube a la mesa de operaciones y podemos colocarle un dispositivo.
Ese niño, que en muchos casos era inoperable, pasa la anestesia y se levanta como un niño completamente sano.
No puedo expresar en palabras la alegría que siento y que veo en los ojos de esos padres. Una familia íntegra, que no ha perdido a nadie, eso es la mejor recompensa que puede recibir un médico.
P: Al ser un médico que trabaja con niños, ¿cuál considera usted que ha sido la importancia de la Convención de los Derechos del Niño en estos 25 años desde su aprobación?
R: El punto más importante para mí como médico es el derecho a la vida. En muchas partes los niños reciben una atención médica apropiada. Esto no ocurre en Bolivia, tenemos la mortalidad infantil más alta en Latinoamérica porque no existen programas que atiendan a niños enfermos del corazón.
P: ¿Qué propondría para resolver estas tareas pendientes?
R: Yo quisiera que muchos hablen menos y hagan más, necesitamos hechos. Tenemos que aprender a valorar la vida.
En Bolivia no solamente tenemos una de las incidencias más grandes de cardiopatía congénita por motivo de la altura (...) Los niveles de fiebre reumática siguen siendo los más altos en la región, lo mismo que el Chagas. Estas dos enfermedades igualmente están muy descuidadas en nuestro medio.
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