Visión de colaboración deseo de mejorar su país
Después de vivir más de cuatro décadas en Alemania, Ingerbor Kremser retornó a Cochabamba, para trabajar como voluntaria en varios clubes y organizaciones.
El reloj marca las 18:00, la brisa del atardecer trae consigo un aire helado, que se siente más fuerte en ese lugar, quizá porque la casa está ubicada cerca a las faldas del Tunari, en la urbanización Bella Vista.
Sin embargo, para Ingerbor Kremser - acostumbrada al invierno europeo- este clima es ideal y parecido al que tiene Alemania en verano. Quizá por eso, esta mujer de 78 años, que se encuentra en su jardin, viste una falda pantalón, sandalias y una blusa fina sin mangas, que deja ver el bronceado de su piel; mientras que una está más abrigada por la temperatura baja.
Con una amplia sonrisa, Ingerbor Kremser Koehler, “Inge” -como prefieren llamarla sus familiares y amigos más cercanos-, nos invita a ingresar a su hogar. Desde la antesala se observan muchos objetos que adornan
las paredes y los muebles; recuerdos de los muchos lugares que recorrió por el mundo y que hoy la acompañan como fieles compañeros.
Varias cerámicas de una excavación arqueológica de Chancay, a 76 kilómetros al norte de Lima; artesanías que compró en África, cuadros telares que se trajo de Panamá y muchos otros, son parte de la historia de su vida.
DEJANDO EL HOGAR
“Inge” nació en Cachuela Esperanza en el Beni, el 20 de febrero de 1938; primogénita de los esposos Luis Kremser y Adelina Koehler. Su familia se completaría con la llegada sus hermanos: Francisco y María Cristina.
Con la intención de brindarles una mejor educación a sus hijos, en 1944, la familia Kremser Koehler se traslada a Cochabamba.
La hija mayor -que tenía seis años- ingresa al internado de las monjas del Santa María. “Me quedé hasta segundo año de secundaria, durante ese tiempo disfruté del amor y cariño de los míos”, recuerda Kremser con una nostalgia marcada en la mirada.
A los 13 años, sus padres deciden mandar a “Inge” con una tía en Alemania para que termine allá el colegio
y estudie una carrera profesional.
Pero no fue así, el destino le tenía preparado otro camino.
En 1954, egresó del colegio estatal en Hamburgo, Alemania. Ella tenía la firme intención de inscribirse a la universidad; pero sus padres le piden que retorne a Bolivia, para tomar las riendas del negocio que tenían como familia: la representación de la línea alemana Bayer.
Todo estaba planificado para su viaje hasta que en 1956 conoció a Dieter Borchers; a los pocos meses de relación se comprometieron. “Fue una decisión repentina, pero la más feliz de mi vida”, señala con una sonrisa en los labios.
Así, sienta sus raíces en Alemania, donde nacen y crecen sus tres hijos: Hans Christian, Carl Ludwig y Thomas Andreas. Estuvo casada 37 años; tiempo en el que compartieron viajes, presentaciones culturales y muestras artísticas por todo el mundo, gracias al trabajo que tenía su esposo.
En 1994, Inge vive una de las experiencias más dolorosas de su vida: la pérdida de su esposo, quien enfermó de un cáncer. Si bien su deseo era retornar
a su país al poco tiempo, recién pudo hacerlo 14 años después; ya que su suegra que estaba delicada y ciega quedó a su cuidado.
Voluntariado y entrega
En 2001 llega a Bolivia, cargada de muchas experiencias de vida y con sus objetos más preciados.
“No pude dejar nada en Alemania, me traje todo; es que cada uno de esos objetos tiene su historia y un recuerdo especial”, aclara Kremser.
Comienza a trabajar con el Club de Leo- nes Cochabamba Unión. Es su presidenta desde el año 2005 al 2008, tiempo en el que impulsó la creación del colegio en la Organización Territorial de Base (OTB) San Ignacio, en el distrito 9, subalcaldía de Itocta.
“Era un lugar alejado, no había nada, parecía un desierto. Con un pequeño aporte de la Embajada de Alemania logré comenzar la edificación de cuatro aulas”, recuerda Inge.
Actualmente, esa infraestructura triplicó su tamaño y la inversión también se incrementó; ahora la escuelita cuenta con una de las mejores edificaciones del distrito, con canchas deportivas y un tinglado.
“Empezamos a trabajar con 15 alumnos; ahora alberga a 1.200 niños, ya graduamos a dos promociones”, dice Kremser, quien aún recuerda cuando la creían “loca” por su proyecto.
Además de velar por la educación de los niños y adolescentes en esa comunidad, Inge Kremser instaló una posta sanitaria, donde el personal médico se encarga de las campañas de vacunación, desparasitaciones y otros temas de salud.
La vida de Inge Kremser Koehler está marcada por el trabajo social y voluntariado. Es una de las pocas “damas de rosa” que apoyan en el Hospital Viedma a los niños que padecen de cáncer. Además es voluntaria en la institución de “Ayuda al Sordo”. Además de trabajar con diferentes organizaciones sociales y culturales, ella sigue ayudando a su prójimo en lo que puede.
Si bien su mayor riqueza -sus hijos- se quedó en Alemania, esta beniana de corazón halló su lugar en Cochabamba, porque aquí encontró su verdadera vocación: el trabajo social en beneficio de los más necesitados.
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