Sunday, October 9, 2016

El zapatero de presidentes y futbolistas

En 1981, cuando tenía 12 años, sus padres lo trajeron a La Paz para que un médico revisara sus piernas paralizadas. Viajó en avión. Era la única forma de salir de Apolo, donde nació. El doctor que lo atendió confirmó que fue la poliomelitis la que lo "atacó” aquella tarde, desde las tres de la tarde, cuando comenzó a arder en fiebre. Entonces apenas tenía dos meses de nacido; al día siguiente sus piecitos colgaban como "trapo”... Fue muy bueno ver a ese médico, al menos eso pensó Freddy Taraniapo, porque le dio la mejor noticia que le habían dado hasta entonces: volvería a caminar a los 15 años.

Salió tan feliz del hospital. Lo llevaron a Villa Victoria, donde su papá, Teófilo Taraniapo, había alquilado unas piezas. Lo siguiente era comenzar a estudiar. En el pueblo no pudo. El colegio quedaba a leguas de su casa, había que caminar horas. Freddy no podía por su pies paralizados por la poliomelitis.

Llegaron los 15 años y la predicción del doctor no se cumplió: Freddy seguía movilizándose apoyado en sus dos muletas. La esperanza de volver a caminar se apagaba día a día.

En 1985, cuando cumplió 16, pensó que debía iniciar su vida caminando con sus dos piernas o ayudado por sus muletas. Ya no era un niño y ya no estaba en Apolo, donde, pese a que no podía participar de muchas actividades diarias con su familia -como sembrar y cosechar café, hualusa, papá, caña, y hortalizas, o ir de paseo a otras comunidades- realizaba tareas que eran muy útiles: arreglar las herramientas, la ropa de sus ocho hermanos y sus zapatos.

Una de sus hermanas mayores ya se había casado y vivía en la Calle 23 de Calacoto, a la entrada de Achumani, donde, a una cuadra, había un zapatero, Israel Rodríguez. Freddy le ofreció sus servicios y el zapatero aceptó.

"Ya sabía algo del oficio porque en mi pueblo yo arreglaba los zapatos de mis hermanos. Estuve más o menos un año con él. Pasé a trabajar con otros hasta que me convertí en ‘maistro’”, cuenta.

El "maistro” zapatero

Freddy Taraniapo ya había aprendido muy bien el oficio de zapatero cuando decidió independizarse y convertirse en "maistro”. Instaló su primer puesto, una carpa de nylon azul, en la Calle 4 de Irpavi. Era importante contar con una máquina para remendar los zapatos de cuero, pero el equipo era excesivamente caro (unos 3.000 dólares para entonces, 1988 aproximadamente). Por eso tuvo que armarse sólo de suelas para cambiar las plantas y tapillas de los zapatos, de un tres pies (soporte de hierro para martillar las suelas), de martillos, tenazas, clavos, clefa y de un cuchillo para zapatero.

Zapatos de famosos

Su taller era improvisado, pero ofrecía un servicio de primera, por eso atraía todo tipo de clientes, desde vecinos comunes hasta expresidentes de Bolivia como Celso Torrelio. "Don Celso traía sus zapatos y charlábamos”, recuerda el zapatero.

A la carpa de nylon azul de Freddy en Irpavi, donde estuvo más de 10 años, también llegaron estrellas de fútbol, como Carlos Borja y Carlos Leonel Trucco. "Por ahí (en Irpavi) vivían mayormente jugadores de Bolívar. A varios he conocido en ese lugar”, añade.

Freddy también recuerda a Guillermo Vidaurre, un vecino amable y grato que siempre lo visitaba. "No sólo traía sus zapatos, se sentaba a charlar conmigo. Entraba a la carpa y se sentaba en el asiento que yo tenía ahí”, cuenta.

En 2005, aproximadamente, trasladó su taller a la Calle 10 de Calacoto, donde también ganó varios clientes. Pero lo más interesante eran los personajes que vivían alrededor de su anaquel de zapatero. "Frente a mi puesto vivía el expresidente Tuto Quiroga. No arreglé sus zapatos, pero siempre pasaba. A veces me saludaba. También lo veía al expresidente Carlos Mesa porque su mamá vivía a una cuadra”, recuerda.

Una cliente interrumpe los recuerdos de Freddy Taraniapo. Quiere que le remiende un pequeño hueco en una bota de color negro. "¿Cuánto mes vas a cobrar Freddy?”, le pregunta. "Seis bolivianos”, responde él. "Redondearemos a cinco”, negocia la mujer. "Está bien. Estará mañana a las 11:00”, le dice el zapatero ya conocido, ahora en la Calle 28 de Cota Cota, donde presta sus servicios desde hace unos seis años.

"Aquí me va bien porque la gente conoce mi trabajo, sabe que no tendrá reclamos. A veces puedo retrasarme, pero me aseguro de que no haya reclamos”, asegura.

Tiene pensado quedarse unos años más en ese lugar por sus tres hijos: el mayor terminará este año ingeniería mecánica. El segundo trabaja como estilista, mientras que el tercero sale bachiller este año. Combina su tiempo de trabajo con la música, toca la guitarra y el charango, y con el equipo de fútbol que formó cuando sus hijos eran pequeños: Ferrosa Apolo. "Sólo tenía hijos varones y me pareció interesante hacer un equipo”, dice.

Pero en el fondo, el deseo de Freddy es regresar a su pueblo, donde aún están sus familiares. Sus padres ya murieron, pero Apolo está lleno de recuerdos, sobre todo de su abuela Dionisia Taraniapo, cuyo apellido tiene origen francés, pero esa es otra historia.

No comments:

Post a Comment