Sunday, July 26, 2015

José André se muda a EEUU en busca de oportunidades

La casa de sus abuelos maternos, donde reside desde hace algunos años, cuando le cedieron una habitación para su sala de ensayos y grabación, tiene colgado en la puerta un letrero que dice: “En venta”, un albañil repara las paredes y Oso y Mufasa, los pastores alemanes que resguardan a la familia, juegan en el jardín, sin saber que pronto tendrán un nuevo hogar.

Son las 9:00 en Cochabamba y es de esos días en los que el sol parece un detalle más del cuadro que lleva pintado un cielo azul nomeolvides y a lo lejos un dios de hormigón con los brazos abiertos.

Adentro de la casa, que mantiene aires señoriales de los 80, José André Montaño desayuna un croissant con leche, se toma su tiempo, mientras su padre, Roberto, le consulta sobre las actividades que tendrán durante el día, las opciones son montar caballo, ir a clases de yoga, jugar en el parque o tocar el piano. El colegio ya no es la prioridad para el niño, de 10 años, porque en menos de una semana lo abandonará definitivamente para mudarse a EEUU tras sus sueños de convertirse en un artista internacional.

“José merece una oportunidad. En el país no podría seguir una carrera, a menos que se dedique a hacer folclore o cumbia”, asegura su progenitor, que hace de representante, sonidista, guardaespaldas, pero sobre todo de amigo y cómplice, ya que, junto con su esposa, dejando ambos sus puestos de trabajo, emprenderá esta aventura con su hijo, convencido de que “las oportunidades no se las esperan, se las crean”.
“Quizás no sea fácil encontrar el éxito, pero tenemos la seguridad de que vamos a morir intentándolo”, añade, sobre la profesionalización en jazz o rock del niño prodigio.

Los últimos días en la Llajta
José André optó por montar caballo y, como desea partir lo antes posible, deja el desayuno a medias y sortea los desniveles y escalones para salir al jardín; en el camino acaricia a Oso, a Mufasa, y a Pinocho y a Serafín, sus gatos; hasta llegar al auto.

En el trayecto debe escuchar música. Hay tres discos en la compactera: a 18’ del Sol, de Spinetta; Bajo Belgrano, de Spinetta Jade; y Bicicleta, de Serú Girán, pero pese a que están entre sus favoritos, toma el celular y le pide a Siri (aplicación de iPhone que obedece órdenes de voz) que busque Sweet child of mine, de Guns ‘N Roses, en YouTube. Y el aparato lo complace y se oye la voz de Axl Rose.

“Siri, leer nuevos mensajes”, es la siguiente orden, luego sonríe con los saludos de sus amigos, canta y solo hace una pausa para dictar respuestas para sus remitentes.

Un grupo de vecinos bloquea el paso al hipódromo y José André elige cambiar de destino hacia el parque, la idea es estar al aire libre, donde se deleita con el canto de las aves. Como el camino se alarga, ahora ordena a Siri que reproduzca Me gusta todo de ti, de Noche de Brujas, demostrando que es de aquellos músicos que puede disfrutar desde una pieza clásica hasta de una cumbia, si está bien hecha.

Un prodigio de carne y hueso
Una vez llega al parque, pide ir al resbalín, del que sube y se desliza muchas veces, retrasando cada vez más la caída porque se distrae tocando la hojatala como si fueran percusiones. Es el turno del columpio, allí se deja llevar. Ríe mientras el viento acaricia su rostro y ahora sí se suelta a conversar, deja de ser el artista para ser el niño de cuarto de primaria.

Ama el fútbol, su corazón es atigrado, no se pierde Yo me llamo, uno de sus ídolos es Chick Corea y sobre si tiene miedo de vivir lejos del país: ¡no!. Extrañará a sus amigos, pero allá conocerá a unos nuevos y tocará en muchos estados. Aún no sabe qué hará exactamente, solo que se va y que partirá muy feliz

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